Ficha técnica:
Caña de farolero
Acero, latón y bambú
c. 1845

De la fotografía: Caña de farolero
Fotógrafo: Dani Rovira

© Fundación Naturgy, 2021

La aparición del gas significó una gran revolución tecnológica que, gracias a la facilidad en su subministro, permitió iniciar una nueva etapa en la sociedad y en las nuevas concepciones urbanísticas.

Uno de los avances que proporcionó esta nueva fuente de energía fue la instauración del alumbrado público, primero en grandes ciudades y de forma progresiva se extendió a otras poblaciones. Esto permitió que la sociedad y la economía ya no estuvieran tan limitados por la propia naturaleza para poder alumbrarse. La sociedad podía mejorar la iluminación en sus hogares, las empresas podían alargar sus jornadas y sus producciones y, algo tan simple como caminar por la noche por las calles, se convertía en algo mucho más seguro.

En los inicios del alumbrado público las farolas se debían encender y apagar una a una de manera manual, tarea de la cual se encargaban los faroleros ayudados por una caña como ésta que se preserva. Estas cañas de farolero tenían un gancho en su extremo, que permitía la apertura y clausura del paso del gas y que, dependiendo de la tipología de las farolas, podían usar distintas técnicas para su encendido: el de llama piloto, el de cuchara, el de rampa o la pértiga de alcohol.

Finalmente, gracias a la evolución tecnológica y el mayor conocimiento de la energía gasista, el alumbrado pasó a ser automático. Esta nueva técnica permitió que, entre otras cosas, las autoridades municipales pudieran determinar las horas de encendido y apagado que, como hoy en día, cambiaban en función de la estación del año y de los hábitos sociales y económicos de cada zona.